COLECCIONAR "ARTE" AFRICANO

En tiempos pasados, los objetos que llegaban a Europa procedentes de África eran considerados como "rarezas" creadas por seres primitivos. A principios del siglo XX, los artistas europeos se empezaron a interesar por el arte africano desde el punto de vista puramente estético, sin darle demasiada importancia a su variedad, significado y función. Los primeros fueron Henri Matisse y los fauvistas, corriente especialmente interesada por el color. Resulta paradójico, ya que el color en el arte africano no es lo más importante. Los museos europeos comenzaron a mostrar al público sus tesoros "exóticos". En 1906, una exposición de arte africano en Londres cautivó a André Derain. Modigliani, interesado sobre todo por la figura humana, encontró en las máscaras alargadas de las etnias baulé, ibo y fang, una excepcional fuente de inspiración. Georges Braque decía que las máscaras africanas le habían abierto un nuevo horizonte. Al acentuar los aspectos formales y estructurales sin limitarse a la imitación material, los africanos dominaban el arte abstracto mucho antes que los europeos. Pablo Picasso supo aprovechar mejor que nadie toda la carga emocional que el arte africano ofrecía. Empezó a representar la figura humana de una forma cada vez más geométrica por medio de atrevidos planos y ángulos, logrando la misma sensación de fuerza y potencia que emanan las tallas y máscaras africanas. A continuación comenzó a distorsionar los elementos que constituyen la figura, de la misma forma que los tallistas africanos venían haciendo desde tiempos inmemoriales.

El africano que talla una máscara o una escultura para uso ritual, no considera que esté realizando una obra de arte. Tal y como conocemos en occidente, arte es la expresión de un punto de vista personal y desinteresado. Pero el tallista africano no expresa una visión personal, sino de la comunidad a la que pertenece, sin apenas margen para la improvisación ni a la imaginación. Su trabajo tampoco es desinteresado, ya que persigue un fin determinado. De todas formas y a falta de otro mejor, seguimos empleando el término arte.

En África se siguen practicando ritos animistas. El que no quiera viajar a lo largo y ancho de África subsahariana para verlo personalmente, puede ojear por ejemplo el impresionante libro "Corazón de África, la magia de un continente", editado por Könemann el año 2000. Aunque los objetos que se utilizan en muchos de estos ritos actuales son diferentes a los que se empleaban antiguamente.

Es muy improbable que el animista convencido se desprenda por las buenas de los objetos que utiliza en sus ritos. Pero cuando el animista abandona sus creencias ancestrales por el avance del Islam, el cristianismo y la denostada globalización, pierde interés por esos objetos y los pone a la venta.

Algunos marchantes de arte africano occidentales se equivocan al asegurar a sus clientes que en África ya no quedan objetos antiguos. Muchos de ellos ni siquiera han pisado suelo africano. Lo cierto es que en África existen objetos antiguos que en su día fueron hechos para uso ritual. Encontrarlos es tarea ardua y complicada por la gran cantidad de falsificaciones que estafadores sin escrúpulos presentan como auténticas.

Animados por el elevado precio que las antigüedades africanas alcanzan en los mercados occidentales, muchos artistas habilidosos se dedican a falsificar objetos magistralmente. Recuerdo haber visto en alguna ocasión una tarjeta de visita en la que alguien se presentaba como "fabricante de antigüedades".

Los falsificadores utilizan en sus trabajos técnicas de todo tipo, algunas muy avanzadas. Con productos químicos apropiados, un soplete y un Black & Decker, cualquier artesano avezado es capaz de fabricar una pátina destinada a engañar al más experto. La prueba de termoluminiscencia y el carbono 14 pueden indicar la antigüedad del material con el que está fabricado el objeto. Por eso el buen falsificador utiliza madera del árbol talado por sus antepasados que todavía no ha sido hecho leña, y da forma a pedazos de barro cocido hace mucho tiempo.

Algunos falsificadores venden sus trabajos a comerciantes de pequeños poblados africanos con la finalidad de engañar al incauto comprador occidental, que cree haber encontrado un tesoro. Así, muchos turistas e "indianajones" disfrutan comprando a bajo precio lo que consideran antigüedades, cuando en realidad están siendo estafados.

Algunos coleccionistas solo compran objetos que salieron de África hace tiempo. Esa es sin duda la mejor forma de asegurarse de que el objeto es realmente antiguo. Desgraciadamente está al alcance de unos pocos privilegiados, ya que las antigüedades africanas con procedencia demostrada y documentada alcanzan en el mercado precios muy altos. Además tiene el inconveniente de que el gusto de la persona que sacó ese objeto de África antaño, quizá no coincida con el del comprador actual. Quizá el objeto fue sacado de África antes de haber sido utilizado en algún ritual. Si el objeto ha pertenecido a algún coleccionista o artista famoso, su valor aumenta. Eso sin duda fomenta la picaresca algunos intermediarios sin escrúpulos, capaces de reescribir, falsificar o directamente inventarse la Historia.

Algunos coleccionistas desprecian los objetos que han sido fabricados en África exclusivamente para ser vendidos fuera, desechando auténticas obras maestras. Además, ya desde el siglo XVI los portugueses comenzaron a traer a Europa exquisitas tallas de marfil que encargaban a artesanos de África.

Es curioso comprobar cómo algunos objetos que han sido probadamente robados a sus legítimos propietarios a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, tienen muchísimo más valor que los adquiridos legalmente ahora. En febrero de 1897 por ejemplo, las tropas británicas se llevaron unos 900 bronces del siglo XVI durante una sangrienta expedición de castigo al reino de Benín, en la actual Nigeria.

Coleccionar arte africano es una tarea apasionante y laboriosa. Desgraciadamente todavía no es fácil encontrar información sobre arte africano. El que quiera aprender debe buscar, leer, estudiar, comprar libros, acudir a museos y exposiciones no solo para mirar, sino sobre todo para observar. Internet es también una buena fuente de información.

Así como una persona medianamente sensible y culta es capaz de distinguir por ejemplo los estilos de Dalí, Miró o Picasso, muchos africanos son capaces de distinguir no solo la evolución de los diferentes estilos africanos, sino también al autor de determinadas piezas. En África la historia se transmite oralmente de una generación a otra. Entre las creencias animistas ocupa un lugar destacado el culto a los antepasados, cuya memoria se transfiere de padres a hijos. Olvidar un ancestro equivale a negarle la inmortalidad. Cuando algún experto escribe que un objeto fabricado en África tiene autor desconocido, lo único que quiere decir es que ignora quién lo ha fabricado. Por lo general, tampoco le importa y no hará el menor esfuerzo por averiguarlo, alegando que es el resultado de la voluntad y del espíritu de toda su comunidad. Pero en el caso de comunidades no extinguidas, algunos artistas no son anónimos. Muchos coleccionistas desconfían sistemáticamente de los "anticuarios" africanos. Si bien es verdad que su principal cualidad no es la sinceridad, algunos conocen muy bien su negocio, saben distinguir un objeto auténtico de otro falso, y muchas veces conocen el nombre de los autores de los objetos antiguos, aunque los artistas fallecieran hace muchos años. Merece la pena escucharles.

Es importante conocer los ritos en los que se utilizan los objetos. El uso determina la pátina. Entre la enorme variedad de objetos rituales africanos, hay algunos que se usan una vez, y luego se desechan. Otros van perteneciendo y son usados por sucesivas generaciones. Si encontramos un objeto de usar y tirar con muestras evidentes de haber sido utilizado varias veces, hay muchas probabilidades de que sea una falsificación.

Algunas máscaras se usan cada vez que se produce un deceso en el poblado. Otras se utilizan una vez cada ciertos años. Algunas tallas son frecuentemente acariciadas y sobadas, o manoseadas por niños. Otras se dejan en altares durante años sin que nadie ose tocarlas. Algunos objetos se untan con aceite de carité, cera de abeja, sangre, estiércol, huevo, etc. Otros se dejan a la intemperie y sufren los efectos de la climatología: calor, humedad, sol. Algunos objetos se transportan a menudo de un sitio a otro, o se golpean con fuerza contra el suelo. Otros se entierran durante años. Algunos objetos están tallados en maderas muy duras que no pierden peso durante el transcurso de los años. Otras maderas pierden peso al secarse. Algunos africanos tienen la costumbre de cocinar dentro de las chozas. El humo de la hoguera y los vapores de la comida determinan la pátina.

Algunos falsificadores frotan repetidamente los objetos para darles apariencia de uso. Si mirando con una lupa se observa que el objeto tiene muchas rayas en el mismo sentido, es probable que sea falso. Si tiene indicios de uso en sitios por donde no se agarra, también.

Algunos coleccionistas piensan que una pieza es falsa porque no han visto ninguna parecida ni en exposiciones, ni en museos ni en sus libros de arte africano. En los libros solo aparecen los objetos que aparecen en los libros. Pero lo cierto es que existen muchos más. De hecho, la rareza es uno de los aspectos que más valoran otros coleccionistas de mentalidad más abierta. Algunos grupos tribales son más prolíficos que otros, y los objetos provenientes de determinadas etnias son más valiosos que los procedentes de otras. Saber todo eso es muy laborioso. Yo solo llevo aprendiendo desde 1987, y me doy cuenta de que el porcentaje de lo que conozco en relación a lo que existe es cada vez menor.

La gran cantidad de objetos falsos que existe en el mercado ha desanimado a muchos coleccionistas principiantes, que temen derrochar su dinero en baratijas. Pero todavía se pueden encontrar en el mercado a precio razonable objetos antiguos, utilizados y no fabricados para vender.

Por otra parte, muchos coleccionistas famosos empezaron comprando reproducciones. Coleccionar es un proceso con diferentes etapas. Llegar a ser experto requiere muchos años de estudio. El gusto ya lo tenemos más o menos desarrollado. Comenzar comprando lo que nos gusta es un buen comienzo. El gusto estético varía de una persona a otra. Es difícil que una persona insensible e inculta aprecie la belleza del arte africano, mientras que una persona positiva, inteligente, sensible y culta siempre encuentra algún atractivo en el objeto africano bien hecho.

Algunos coleccionistas piensan que de vez en cuando de África "emerge" algún objeto antiguo, y que en manos de los coleccionistas occidentales se le rescata del olvido. Este punto de vista podría ser válido solo para objetos de determinados grupos étnicos ya extinguidos, como los Tellem. Otros muchos objetos están muy bien en sus emplazamientos actuales, y no necesitan emerger para existir.

Hay en cada objeto una dimensión en general bastante valorada por los buenos coleccionistas: su entorno. No es lo mismo por ejemplo ver una máscara pobremente iluminada colgando de una pared de ladrillos, que contemplarla en un museo, o siendo utilizada en alguna danza ritual, que es su contexto natural.

No es imprescindible ser millonario para tener una buena colección. En mi página ofrezco una enorme variedad de objetos modernos, antiguos, grandes, pequeños, auténticos, reproducciones, usados, nuevos, etc. Siempre establezco precios razonables y nunca vendo reproducciones a precio de antigüedad. En el precio que le pongo a cada pieza influye sobre todo su belleza, su autenticidad, su antigüedad y su rareza. Pero también interviene el precio que yo he pagado al comprarla, y los gastos que su adquisición me ha ocasionado, que en muchas ocasiones no son nada desdeñables. El mejor indicio de que voy por el buen camino es que la mayor parte de las personas que me compra algo, repite. Invierto mis beneficios y dedico todos mis esfuerzos a encontrar objetos cada vez mejores.

El precio de una pieza no es un buen indicador para valorar su calidad. No cuesta lo mismo un local en una céntrica calle de París, Bruselas o Nueva York, que un almacén sin electricidad en el popular barrio madrileño de Vallecas.

Los objetos que aparecen en la sección "Colección" de mi página web no provienen de expoliación, y han sido sacados de sus países de origen con sus correspondientes permisos de exportación. En esta sección he puesto los objetos que, según mi criterio personal, destacan por encima de los demás. En su adquisición he tenido en cuenta dos aspectos fundamentales: belleza estética y/o antigüedad. Algunos son antiguos y otros no. Algunas máscaras y esculturas podrán presentar roces o grietas, como consecuencia de su antigüedad, de haber sido utilizadas en danzas y rituales, o de haber estado enterradas.

Las piezas que no aparecen en la sección "Colección" han sido hechas recientemente en talleres de artesanos adultos convenientemente remunerados. Todos los artículos están hechos manualmente con técnicas artesanales que no han variado durante siglos, salvo la hoja de acero del sable tuareg y las clavijas de acero del djembé moderno.

La principal diferencia entre un objeto falso y una reproducción, es la intención del vendedor.


© José Francisco Ortega Viota.
africaclub@ymail.com
africaclub2@hotmail.com